ANDALUCÍA
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DE
LA SALIDA DEL REY CHICO DE GRANADA Y DE REDUÁN
PARA RECOBRAR JAÉN
-Reduán,
bien se te acuerda
que me diste la palabra
que me darías a Jaén
en una noche ganada.
Reduán, si tú lo cumples,
daréte paga doblada,
y si tú no lo cumplieres,
desterrarte he de Granada;
echarte he en una frontera,
do no goces de tu dama.
Reduán le respondía
sin demudarse la cara:
-Si lo dije, no me acuerdo,
mas cumpliré mi palabra.
Reduán pide mil hombres,
el rey cinco mil le daba.
Por esa puerta de Elvira
sale muy gran cabalgada.
¡Cuánto del hidalgo moro!
¡Cuánta de la yegua baya!
¡Cuánta de la lanza en puño!
¡Cuánta de la adarga blanca!
¡Cuánta de marlota verde!
¡Cuánta aljuba de escarlata!
¡Cuánta pluma y gentileza!
¡Cuánto capellar de grana!
¡Cuánto bayo borceguí!
¡Cuánto lazo que le esmalta!
¡Cuánta de la espuela de oro!
¡Cuánta estribera de plata!
Toda es gente valerosa
y experta para batalla:
en medio de todos ellos
va el rey Chico de Granada.
Míranlo las damas moras
de las torres del Alhambra.
La reina mora, su madre,
de esta manera le habla:
-Alá te guarde, mi hijo,
Mahoma vaya en tu guarda,
y te vuelva de Jaén libre,
sano y con ventaja,
y te dé paz con tu tío,
señor de Guadix y Baza.
DOÑA LAMBRA CON FANTASÍA ( Romances de
Andalucía)
Doña Lambra, con fantasía,
grandes tablados armara.
Allí salió un caballero
de los de Córdoba la llana,
caballero en un caballo
y en la su mano una vara;
arremete su caballo,
al tablado la tirara,
diciendo:
-Amad, señoras,
cada cual como es amada,
que más vale un caballero
de los de Córdoba la llana,
más vale que cuatro ni cinco
de los de la flor de Lara.
Doña Lambra, que lo oyera,
de ello mucho se holgara:
-¡Oh, maldita sea la dama
que su cuerpo te negaba!,
que si yo casada no fuera
el mío yo te entregara.
Allí habló doña Sancha,
esta respuesta le daba:
-Calléis, Alambra, calléis,
no digáis tales palabras,
que si lo saben mis hijos
habrá grandes barragadas.
-Callad vos, que a vos os cumple,
que tenéis por qué callar,
que paristeis siete hijos
como puerca en cenagal.
Oído lo ha un caballero,
que es ayo de los infantes.
Llorado de los sus ojos
con gran angustia y pesar,
se fue para los palacios
do los infantes estaban;
unos juegan a los dados,
otros las tablas jugaban,
sino fuera Gonzalillo,
que arrimado se estaba;
cuando le vio llorar
una pregunta le daba ...
comenzole a preguntar:
-¿Qué es aquesto, el ayo mío,
quién vos quisiera enojar?
Quien a vos os hizo enojo
cúmplele de se guardar.
Metiéranse en una sala,
todo se lo fue a contar.
Manda ensillar su caballo,
empiézase de armar.
Después que estuvo armado
apriesa fue a cabalgar;
sálese de los palacios
y vase para la plaza.
En llegando a los tablados
pedido había una vara;
arremetió su caballo,
al tablado la tiraba,
diciendo:
-Amad, lindas damas,
cada cual como es amada,
que más vale un caballero
de los de la flor (de) Lara,
que veinte ni treinta hombres
de los de Córdoba la llana.
“Hermano, puedes creer en las piedras
mientras no me las arrojes encima.
Eres libre de adorar a quien quieras,
pero las creencias de otras personas
no son de tu incumbencia”
Contestación de Wafa Sultán al clérigo
musulmán que la acusó de hereje
Quien no te conozca que te compre
No
nos atrevemos a asegurarlo, pero nos parece y querernos suponer que
el tío Cándido
fue natural y vecino de la ciudad de Carmona.
Tal vez el cura que le bautizó no le dio el nombre de Cándido en la
pila, sino que después
todos cuantos le conocían y trataban le llamaron Cándido porque lo era
en extremo.
En todos los cuatro reinos de Andalucía no era posible hallar sujeto
más inocente y sencillote.
El tío Cándido tenía además muy buena pasta.
Era generoso, caritativo y afable con todo el mundo.
Como había heredado de su padre una haza, algunas aranzadas de olivar
y una casita en el
pueblo, y como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto
desahogo.
Con la buena vida que se daba se había puesto muy lucio y muy gordo.
Solía ir a ver su olivar, caballero en un hermosísimo burro que poseía;
pero el tío Cándido era
muy bueno, pesaba mucho, no quería fatigar demasiado al burro y gustaba
de hacer ejercicio
para no engordar más.
Así es que había tomado la costumbre de hacer a pie parte del camino,
llevando el burro detrás asido del cabestro.
Ciertos estudiantes sopistas le vieron pasar un día en aquella disposición,
o sea a pie, cuando
iba ya de vuelta para su pueblo.
Iba el tío Cándido tan distraído que no reparó en los estudiantes.
Uno de ellos, que le conocía de vista y de nombre y sabía sus cualidades,
informó de ellas a
sus compañeros y los excitó a que hiciesen al tío Cándido una burla.
El más travieso de los estudiantes imaginó entonces que la mejor y la
más provechosa sería
la de hurtarle el borrico.
Aprobaron y hasta aplaudieron los otros, y puestos todos de acuerdo,
se llegaron dos en gran
silencio, aprovechándose de la profunda distracción del tío Cándido,
y desprendieron el
cabestro de la jáquima.
Uno de los estudiantes se llevó el burro, y el otro estudiante, que
se distinguía por su notable
desvergüenza y frescura, siguió al tío Cándido con el cabestro asido
en la mano.
Cuando desaparecieron con el burro los otros estudiantes, el que se
había quedado asido al
cabestro tiró de él con suavidad.
Volvió el tío Cándido la cara y se quedó pasmado al ver que en lugar
de llevar el burro llevaba
del diestro a un estudiante.
Este dio un profundo suspiro, y exclamó:
-Alabado sea el Todopoderoso.
- Por siempre bendito y alabado,
dijo el tío Cándido.
Y el estudiante prosiguió:
-Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que sin querer le
causo.
Yo era un estudiante pendenciero, jugador, aficionado a mujeres y muy
desaplicado.
No adelantaba nada.
Cada día estudiaba menos.
Enojadísimo mi padre me maldijo, diciéndome:
- Eres un asno y debieras convertirte en asno.
Dicho y hecho.
No bien mi padre pronunció la tremenda maldición, me puse en cuatro
pies sin poderlo remediar
y sentí que me salía rabo y que se me alargaban las orejas.
Cuatro años he vivido con forma condición asnales, hasta que mi padre,
arrepentido de su dureza,
ha intercedido con Dios por mí, y en este mismo momento, gracias sean
dadas a su Divina
Majestad, acabo de recobrar mi figura y condición de hombre.
Mucho se maravilló el tío Cándido de aquella historia, pero se compadeció
del estudiante,
le perdonó el daño causado y le dijo que se fuese a escape a presentarse
a su padre y a
reconciliarse con él.
No se hizo de rogar el estudiante, y se largó más que deprisa, despidiéndose
del tío Cándido
con lágrimas en los ojos y tratando de besarle la mano por la merced
que le había hecho.
Contentísimo el tío Cándido de su obra de caridad se volvió a su casa
sin burro, pero no quiso decir lo que le había sucedido porque el estudiante
le rogó que guardase el secreto, afirmando
que si se divulgaba que él había sido burro lo volvería a ser o seguiría
diciendo la gente que lo
era, lo cual le perjudicaría mucho, y tal vez impediría que llegase
a tomar la borla de Doctor,
como era su propósito.
Pasó algún tiempo y vino el de la feria de Mairena.
El tío Cándido fue a la feria con el intento de comprar otro burro.
Se acercó a él un gitano, le dijo que tenía un burro que vender y le
llevó para que le viera.
Qué asombro no sería el del tío Cándido cuando reconoció en el burro
que quería venderle el
gitano al mismísimo que había sido suyo y que se había convertido en
estudiante.
Entonces dijo el tío Cándido para sí:
-Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus
pasadas travesuras, su
padre le ha echado de nuevo la maldición y cátale allí burro por segunda
vez.
Luego, acercándose al burro y hablándole muy quedito a la oreja, pronunció
estas palabras,
que han quedado como refrán:
-Quien no te conozca que te compre.
La karaba
Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras
viejas de esparto;
la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo
que decía
con letras muy gordas:
LA KARABA SE VE POR CUATRO CUARTOS
Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal rarísimo,
traído del centro del África o de regiones o climas más remotos, hombres,
mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano
y entraban
a ver la Karaba.
-¿Qué diantre de Karaba es esta?
-dijo enojado un campesino.
-Esta es una mula muy estropeada y muy vieja.
-Pues por eso es la Karaba,
-dijo el gitano:
-porque araba y ya no ara.
Milagro de la dialéctica
De vuelta a su lugar cierto joven estudiante
muy atiborrado de doctrina y con el
entendimiento más aguzado que punta de lezna, quiso lucirse mientras
almorzaba
con su padre y su madre.
De un par de huevos pasados por agua que había en un plato escondió
uno con ligereza.
Luego preguntó a su padre:
-¿Cuántos huevos hay en el plato?
El padre contestó:
-Uno.
El estudiante puso en el plato el otro que tenía en la mano diciendo:
-¿Y ahora cuántos hay?
El padre volvió a contestar:
-Dos.
-Pues entonces -replicó el estudiante,
- dos que hay ahora y uno que había antes suman tres.
Luego son tres los huevos que hay en el plato.
El padre se maravilló mucho del saber de su hijo, se quedó atortolado
y no atinó a
desenredarse del sofisma.
El sentido de la vista le persuadía de que allí no había más que dos
huevos; pero la dialéctica especulativa y profunda le inclinaba a afirmar
que había tres.
La madre decidió al fin la cuestión prácticamente.
Puso un huevo en el plato de su marido para que se le comiera;
tomó otro huevo para ella, y dijo a su sabio vástago:
-El tercero cómetelo tú.
Refranero Andaluz
Si Quieres
Llegar A Viejo, Conserva Bien Tu Pellejo.
Quien Se Levanta Tarde, Ni Oye Misa Ni Come Carne.
A Buen Hambre, No Hay Pan Duro.
Las Mañanitas De Abril Son Muy Buenas De Dormir.
Con El Tiempo Y La Paciencia, Se Adquiere La Ciencia.
Un Grano No Hace Granero, Pero Ayuda Al Compañero.
El Que Se Ríe Del Mal Del Vecino, El Suyo Viene De Camino.
Donde Candela Se Hizo, Siempre Ceniza Quedó.
Lo Olvidado, Ni Agradecido Ni Pagado.
Suegra, Abogado Y Doctor, Cuánto Más Lejos Mejor.
Quien Mucho Habla, Mucho Yerra.
Quien No Te Conozca, Que Te Compre.
Si Quieres Vivir En Paz, Deja A Tu Mujer Mandar.
Abril, Sácalo Del Cubil.
Cuando Marzo Vuelve El Rabo, No Queda Oveja Con Pelleja, Ni Pastor Enzarramado.
Himno
de Andalucia.
La bandera blanca y verde vuelve,
tras siglos de guerra, a decir paz y esperanza,
bajo el sol de nuestra tierra.
¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad!
Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos
hombres de luz, que a los hombres,
alma de hombres les dimos. ¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad!

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