Rincón
de Córdoba
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Vivía como un pobre, y se le conocía en córdoba por aprovecharse de los necesitados y ser tan usurero. Todo lo que iba recogiendo en fortuna, en lugar de emplearlo para su bienestar lo almacenaba en el sótano de su sombria casa. Un sotano grandísimo, lleno de pasadizos. Porque pensaba en amasar una gran fortuna. Un día, que había cobrado una gran suma por un préstamo mandó a su hija con el saco de dinero y joyas a guardarlo al sótano. La joven encendió una vela, abrió la puerta, y descendió por las empinadas escaleras. A mitad de trayecto se supone que una corriente de aire cerró la puerta del sótano y apagó la vela que llevaba la joven. Asustada y a oscuras comenzó a llamar a desesperada y a gritos a su padre. El viejo judio avaricioso fue a ver lo que ocurría. Entró en el sótano, pero a oscuras no veía apenas nada. La llamaba pero ella parecía no oirle. Así que subió a por una vela, y cuando bajó. La voz de su hija parecía oirse por otra galería distinta a la de antes. Estuvo toda la noche buscándola sin ningún resultado. Desesperado pidió ayuda a los vecinos, a los que en otros días diezmaba su economía con su avaricia. Le ayudaron buscando por todas las galerías del sótano a la hija del judio. Pero una veces se oía tras un muro, otras debajo del suelo, otras veces tras una columna, tras las sombras... pero nunca se encontraba. Se perforó el suelo, las paredes, y la joven no aparecía por ninguna parte. El viejo tomó aquello como una venganza del cielo por su desmesurada avaricia, y estuvo atormentado el resto de sus días, oyendo por las noches la voz de su hija, pidiendole desde los bajos de la casa auxilio. Después de varios siglos esta casa fue comprada por una familia llamada los Villalones, nombre con que áun se conoce a la casa, la mansión de los Villalones. Fue reformada y ampliada por completo, sin que se encontrara el más mínimo rastro de la joven. En la actualidad
aún se dice que se escuchan lamentos de la infeliz doncella, perdida
en alguna parte del sótano... Aunque esto es leyenda.... ¿oh no?.
Bien empiezo la historia.... En el Siglo XV había y vivía en Córdoba uno de los mejores caballeros de toda la península. Había participado en numerosas batallas y era conocido por su valentía y su porte por su nobleza y su honestidad. En toda la ciudad era conocido y querido estimado. Todo el mundo lo saludaba, hablaba bien de él. Tenía una gran mansión y una mujer de alta alcurnia muy bella, de piel blanca y tersa,que era el orgullo del noble caballero que siempre tenía dulces palabras para ella. La vestía como la mejor dama de Córdoba en las fiestas, el noble caballero era feliz todo a su alrededor eran rosas. Un día llegóde un extraño caballero que miraba con buenos ojos a la mujer del noble caballero cordobes e incitola en varias ocasiones en tener un romance con él, ella terminó accediendo. Se veian a escondidas y así transcurrió un tiempo. El noble caballero creía y confiaba en su esposa y no sospechaba nada. El descaro tuvo que ser de ellos, que no conformandose con su agravio, empezaron a verse y a tenerse en la misma mansión del noble caballero cordobes, dándole entrada y sabiendolo la misma servidumbre de la casa. En uno de esos días el caballero entró y los vió allí abrazados, en plan de amor. Y nadie sabe que rabia, que dolor tan hondo le llegó, que desenvainó su espada y mató a su mujer y después al amante de ella. Yaciendo un cuerpo sobre otro inertes en el suelo y loco de furia, de dolor por todo lo acontecido fue por la casa matando con su espada a toda la servidumbre. Hasta que muertos todos se lo encontraron en el suelo sentado con su cabeza apoyada en la espada llorando. Como era un grandisimo noble, que había contribuido con muchas causas por los reyes de España y por lo gravísimo del incidente, llegó a oidos de toda Córdoba, y de hasta los mismisimos Reyes que se encargaron de decretar ellos mismos un cástigo. Le perdonaron el haber matado a su mujer y al amante por su locura repentina por celos, pero no le podían perdonar el haber acabado con la vida de todos los criados. Así que tenían que darle un castigo ejemplar para que aquello no volviera a suceder. En el extremo de las murallas que protegían la ciudad de Córdoba se construyó una torre tétrica, misteriosa, triste en su estructura. Y a la que se le dió un nombre mucho más triste y lúgubre ..... La Torre de la MalMuerta. Donde se encerró de por vida y hasta su muerte al valeroso y querido caballero. Aún hoy
podemos pasar por esta torre y contemplar los cirios puesto a los pies
de una pequeña virgen en un rincón entre la muralla y la torre y pocos
piensan y saben.... que allí ... murió por celos y por amor un hombre.
Nadie que se digne de venir a Córdoba puede pasar sin visitar las ruinas de Madinat al-Zahra. Aunque muy bonitas, poco queda ya de lo que un día fue la ciudad más bella del mundo. Aún así esta historia hará que se le iluminen los ojos cada vez que la visite. Abd al-Rahman III de entre sus mujeres tenía una favorita. Ella era cristiana, procedente de las tierras del norte. Era muy hermosa, pero ella anhelaba a sus gentes, y a las tierras del norte nevadas. El califa intentaba una y otra vez hacer lo más feliz posible a la hermosa muchacha. Pero no lo conseguía, ni con regalos, ni con bellas palabras. Tan enamorado, tan ensimismado estaba en ella que decidió construirle una ciudad a las afueras de Córdoba. Construyó una gran muralla para defender la ciudad, y dentro de las murallas, patios y jardines, casas, una mezquita, zonas de ocio y de arte. La ubicación de la ciudad era a la falda de Sierra Morena, junto a Chabal al-Arus (La montaña de la desposada). Incluyó en la ciudad varios palacios, cuarteles, dependecias de servicio y baños. Para la construcción trabajaron alrededor de quince mil personas bajo las órdenes del arquitecto musulman Maslama ibn Abd Allad. Se llegaron a colocar al día unos seis mil bloques de piedra, gastando diariamente unas cuatrocientas cargas de yeso. Utilizando para ello unas mil quinientas mulas. Se trajeron de diversas partes mármol y marfil de la mejor calidad, ébano, oro para engarzar arcos, el suelo, y los palacios. Y se adorno el oro y la plata con piedras preciosas, como diamantes, rubies, y otras. Los patios del califa eran excepcionales, muy cuidados y de increible belleza. El Salón del Trono, o de los visires, estaba construido con los mejores mármoles de tipos muy variados, jaspes transparentes y una cúpula toda de oro y plata de la que colgaba una perla, regalo del emperador Bizancio. Todo el salón estaba iluminado por una alberca llena de mercurio que reflejaba los rayos del sol. Todo esto lo apreciaba la bella al-Zahra, pero aún así echaba de menos los campos nevados, los árboles blancos... Así que el califa Abd al-Rahman III mandó que se plantarán una gran multitud de almendros en flor por toda la ciudad. Para que con sus pétalos de color blanco simularan los árboles cargados de nieve. La corte efectuó su traslado a esta ciudad en el año 945. En la ciudad se construyeron cuatrocientas viviendas para doce mil personas que se trasladaron allí para servir a la corte, con tiendas, dependencias y servicios. El 9 de mayo del 1013, los bereberes ayudados por el rey Sancho de Castilla se apoderaron la ciudad, la destruyeron y saqueron. Después con la llegada de los cristianos y el tiempo se hizo el resto. Convirtiendola en lo que es hoy en día, unas ruinas que solo son la sombra de la ciudad que fue en otros tiempos... La ciudad más bella del mundo entero. Construida por un amor no correspondido. Madinat al-Zahra Nota: En la colección Walters de jovería en Nueva York se conservan multitud de las alhajas de esta ciudad, como la pulsera de los tres peces de oro, el grano de aljófar por ojo, etc. En el museo arqueológico de Córdoba se encuentran tambien vestigios, entre ellos el cerbatillo de bronce que servía de surtidor en una de las múltiples fuentes de la ciudad. Dice el refrán: Lo que brilla con doble intensidad, dura la mitad de tiempo. Pero aún
en ruinas, podemos ver aún hoy un grandísimo resplandor de gloria y
belleza. En el año 1482, mes de abril, los moros habían derrotado al ejército cristiano en la Ajarquía, y una vez con confirmada la derrota, los moros iban robando por los pueblos y casas de los cristianos. A las afueras de Cabra vivía un noble caballero, conocido por su valentía y sus grandes riquezas. Este caballero se llamaba don Pedro Gómez de Aguilar. El estaba en su casa cuando llegaron los moros, le avisó uno de sus criados e intentó escapar por la puerta trasera. Pero Aliatar, el sanguinario alcaide de Loja, lo atrapó. Lo cogieron prisionero, y lo llevaron con la expedición. Enterandose el conde de Cabra de tal suceso formó un grupo para ir a rescatarle. Cruzaron el rio sin ningún problema. Don Pedro y Aliatar se adelantaron en la marcha, hablando uno al otro sobre las guerras y otras cosas. Y viéndose tan apartado del grupo don Pedro propinó un empujón al caballo de Aliatar, derribandolo por una pendiente. Se enfrentaron cuerpo a cuerpo, hasta que el noble caballero cristiano consiguió apoderarse de la espada y hacer guardar silencio a Aliatar. La expedición mora intentó buscar por todas partes a Aliatar y al prisionero. Pero era de noche, y la pendiente estaba muy pronunciada y llena de matorral. En la huida, el noble caballero encontró al conde de Cabra que iba en su encuentro. Los moros iban tras ellos para recuperar a Aliatar. Y el conde de Cabra y el don Pedro huían hacia la ciudad de Cabra. Pero al llegar al rio de Cabra se encontraron con una subida inmensa del rio. Sin aparente forma de poderlo cruzar. Parecía inevitable que los moros iban a capturar a toda la comitiva cristiana, y a matarles por la osadía de llevarse a Aliatar. Pero el jefe moro, Aliatar, les dijo que él conocía un paso por el que los moros habían cruzado en muchas ocasiones que había crecida en el rio de Cabra. Por los que les llevó a una parte del río y en tres saltos el caballo de Aliatar se plantó en la otra orilla. Así lo hicieron de uno en uno todo el grupo de cristianos. Hasta que todos estuvieron en la otra orilla. Asombrado el conde de Cabra por el comportamiento de Aliatar, y a petición de don Pedro se le dejó en libertad. Aún hoy a ese paso se le sigue llamando el vado del Moro. |